AFP

La tímida diplomacia entre los países del sudeste asiático, y la inacción de algunos gobiernos frente al tráfico de personas, supone un serio desafío para los vínculos multilaterales entre ellos, que se basan en evadir asuntos de discordia, aseguran varios expertos.

En particular, la región ha permitido que el problema se agrave por su fracaso sistemático a la hora de abordar los abusos a los que somete Birmania a la minoría musulmana rohingya, cuya discriminación y violencia los obliga a partir. 

Uno de los pilares de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (Asean), es la no interferencia en asuntos internos de otros países. 

Esta asociación incluye a Birmania, Brunei, Camboya, Filipinas, Indonesia, Laos, Malasia, Singapur, Tailandia y Vietnam.  

Sin embargo, este principio se ha vuelto en contra de la Asean, afirma Elliot Brennan, investigador del Instituto Sueco de Seguridad y Desarrollo Político, que estudia el bloque.

La crisis de los migrantes "ejerce una enorme presión para que el bloque reformule su política de no interferencia", asegura el experto. 

Incluso Europa, que tiene una mayor cohesión política y tiene más recursos que esta asociación, tiene dificultades para actuar conjuntamente frente a la gran cantidad de inmigrantes que cruzan el Mediterráneo desde el Norte de África. 

Para el sudeste asiático, está además el desafío agregado de que la mayor parte de los refugiados provienen de Birmania, aunque el significativo número de migrantes económicos de Bangladesh, que no forma parte del bloque, también complica el panorama. 

"Hay muchos matices complejos, incluyendo la política de no intervención ni crítica a otros gobierno del bloque", ya que sentaría un precedente que podría ser "incómodo", asegura explica Chong Ja Ian, experto en las relaciones entre estos países de la Universidad Nacional de Singapur.

Para el académico, la Asen "no parece estar lista para enfrentar este tema". 

Corrupción 

En lo inmediato, Malasia, Indonesia y Tailandia deben determinar cómo resuelven el problema humanitario que representan los cientos de personas en atestadas embarcaciones en sus costas.

"Si los países de la región aceptan a los rohingya, entonces están enviando la señal a Birmania de que expulse a toda la población rohingya", afirmó Syed Hamid Albar, exministro de Exteriores malasio y ahora encargado de los temas relativos a esta minoría musulmana ante la Organización de Cooperación Islámica. 

Birmania niega los derechos de ciudadanía a los 1,3 millones de rohingya que viven en su territorio. 

Confrontados a la violencia sectaria y a leyes discriminatorias, miles de rohingyas, una minoría musulmana en una nación mayoritariamente budista, han elegido en los últimos años huir del país por mar para irse a Malasia, en lo que ha sido el mayor éxodo de la región desde el fin de la guerra de Vietnam. 

Ante la creciente llevada a inversiones del sudeste asiático a Birmana tras la apertura democrática del país en 2011, el país puede ser susceptible de ser influenciado.

Sin embargo, las perspectivas de seguridad para los rohingya siguen siendo inciertas ya que el gobierno está centrado en las cruciales elecciones de este año. En este sentido, Birmania ya advirtió que no asistirá a la cumbre convocada por Tailandia, que estimó que "no es su problema". 

Sriprapha Petcharamesree, exdelegada de la comisión de Derechos Humanos de la Asean, afirma que Birmania rechaza habitualmente cualquier ayuda para los rohingya.

"Incluso los ofrecimientos de asistencia humanitaria son rechazados argumentando que son temas internos", señala. 

Muchos consideran que otros países de la Asean comparten la responsabilidad, incluyendo Malasia, la principal destinación de los migrantes, que durante años ha hecho la vista gorda ante la llegada de personas sin papeles que son explotados y que carecen de protección social, asegura Brennan.

Además se cree que funcionarios corruptos estén involucrados en el tráfico.  

"Birmania tiene que terminar con las persecuciones de los rohingya, las circunstancias opresivas en Bangladesh tienen que acabar, pero también el tráfico y la corrupción deben ser enfrentados por los gobiernos", afirmó Brennan, quien estimá que ésta será una prueba de fuego para la Asean.

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